Margarito Escudero Luis
Recordando al viejo líder obrero, eterno dirigente de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) a finales del siglo pasado, Don Fidel Velázquez, quien en alguna ocasión, refiriéndose al poder, dijo: “a balazos lo tomamos y a balazos nos lo han de quitar”, cuando la posibilidad de que el PRI perdiera el poder era real, ante una posible derrota de Carlos Salinas de Gortari.
Luego, el mismo Salinas lo hizo a un lado, pero era un viejo conocedor de las entrañas del sistema político mexicano.
Hoy, que estamos ante un panorama donde el PRI saldrá de Los Pinos el último día de noviembre, la frase del Fidel Velázquez recorre al priismo como un fantasma, porque a pesar de los mensajes de reconciliación, de amor y paz, pareciera que esa idea no cabe en aquellos que se quedarán sin poder en diciembre próximo.
El presidente electo se desgañita ofreciendo “perdón sí, olvido no”, una campaña mediática pretende oscurecer su camino hacia el Palacio Nacional.
Abre la boca y le pegan, la cierra y le pegan. Se trata de descalificar todo lo que diga y todo lo que plantee como acciones de gobierno.
Pero además, los convencidos  morenistas que lo llevaron hasta donde hoy se encuentra, van cayendo poco a poco en la trampa, ya comienzan a cuestionar la efectividad de su voto, sobre todo porque algunas promesas de campaña no podrán ser cumplidas ante una situación nacional que no se esperaba o que no se previó o que se ignoró deliberadamente.
El caso es que, mientras Andrés Manuel López Obrador habla de reconciliación, sus adversarios quieren eliminarlo antes de que tome posesión, o al menos desgastarlo para que llegue en medio de un descontento general, que incluiría a sus propios seguidores.
Porfirio Díaz decía que sólo creía en la paz de los sepulcros, y mantuvo al país en calma por la fuerza, reprimió brutalmente cualquier asomo de rebelión, de eso se habla en la historia del pueblo Yaqui y Pinotepa Nacional.
Hablar de una Cuarta Transformación en un país que no conoce su propia historia, que lleva a quienes han detentado el poder durante un siglo, a no permitir que otras fuerzas, otras ideas lleguen a refrescar el andar de la Nación, habla de que no hemos pasado de la época de Benito Juárez y que los conservadores que el Benemérito enfrentó, ahí han estado desde siempre, agazapados, esperando el momento de llamar a su Maximiliano rubio que venga a aplacar a nuestros paisanos prietos e ignorantes.
Muchas muestras de eso dieron los últimos sexenios neoliberales, entregando la nación a extranjeros, provocando más pobreza y miseria entre sus connacionales.
Los que perdieron el poder en un juego llamado democrático, no lo soltarán por las buenas, la voluntad popular no les importa, sólo los negocios propios que ya están en marcha y en peligro de echarse a perder.
Los que perdieron el poder en las urnas aún lo conservarán hasta el 30 de noviembre, y no dudemos que buscarán la forma de conservarlo a como dé lugar, no quieren reconciliación, no amor y paz, no perdón.
Para ellos es una afrenta que 30 millones de mexicanos se les hayan rebelado, que sus prácticas dominantes no les funcionaron como siempre, que su juego perverso se haya gastado de tanto usarlo y previeron el hartazgo social y el repudio hacia su presencia en el poder.
El juego democrático se les volteó y, aunque sonrían hipócritamente ante los nuevos electos, confían en aquellos que se enquistaron para socavar la autoridad y el poder de los ciudadanos que sí llegaron a cambiar al país y llevarlo a su Cuarta Transformación.

Por STAFF